COLUMN: Outpouring of the Holy Spirit calls us to live the mission of Jesus

(Nota: para la traducción en español, ver abajo)

This Sunday, we celebrate the glorious feast of Pentecost, the day when the Holy Spirit descended in wind and flame upon those gathered in the Upper Room with the Blessed Virgin Mary. How I would love to have been a fly on the wall that morning! What happened up there? What did the Apostles see and feel when the Holy Spirit filled them? We don’t know for sure but we can certainly see the difference that Pentecost makes.

When they entered the Upper Room, those first followers of Jesus aree afraid, confused, silent about their experience of the risen Christ and not sure what to do next. Simon Peter wants to go back to fishing; it is the steady living that he knows. When they emerge from that room, they are transformed, courageous, united, on fire, confident and articulate in their proclamation of the crucified and risen Christ as the new meaning of human history. Simon Peter, who ran away from the cross and denied his Lord, is the one who now looks Jesus’ killers in the eye and calls them to repentance, conversion and baptism. So spiritually explosive was that moment that 3,000 people were baptized and so the Church was born in this outpouring of the Holy Spirit.

While the Ascension marks the end of Jesus’ earthly ministry, Pentecost is the beginning of our mission as members of the Church. The Lord anoints us in the power of the Holy Spirit, so that we can proclaim the Gospel to every creature, teach and preach, serve and heal, love and forgive. I am afraid that if Pentecost happened today, instead of immediately going out to evangelize, the early Church would have formed a long-range study committee, wrote up plans on how to evangelize and organized countless meetings. Thankfully, they did none of that!

Instead, they went out into the streets and immediately started sharing their faith in and experience of Jesus Christ with every person they met. “Let me tell you about this man who I came to know as the Son of God and the Lord of life!” Our tradition tells us that Peter ends up in Rome, Thomas goes to India, James to Spain and Mary Magdalene travels to France, missionary journeys embraced in order to proclaim the saving Gospel of Jesus Christ.

When you hold your smart phone, you probably have more technology in your hand than Houston did when men landed on the moon in 1969. Amazing! Yet, if the battery is dead and you have no place to plug in, it doesn’t make any difference. All of that powerful capacity is thoroughly out of reach. So it is with the Holy Spirit. The Third Person of the Most Blessed Trinity is the love generated between the Father and the Son who pours forth the power, energy, animation and inspiration to complete the mission of Jesus. We cannot pray, love, forgive or say that Jesus is Lord except in the power of the Holy Spirit. Confirmation is our experience of Pentecost when the Lord anoints us in His Spirit so that we can live out our vocation as adopted children of the Father.

Are we living the mission of Jesus Christ or just maintaining institutions? Do we put more energy and resources into living the Good News or keeping up buildings? Do we just serve the people who come to us or do we seek out those who are alienated and lost?

The Catholic Church is 2,000 years old, a mammoth spread over the face of the earth, with 1.2 billion members. We need parishes, schools, hospitals, homeless shelters, formation centers, money, vehicles, personnel and a plethora of resources to keep it all going. But like any institution, the Church runs the danger of turning in on herself, maintaining organizations, activities and structures that no longer serve the mission and becoming complacent and tired.

Pentecost shakes us up. We need to constantly seek the anointing of the Holy Spirit so that we remain true to the mission of the Church which is both simple and profound. Go, preach the Gospel to every creature and make disciples in the name of the Lord Jesus. As we celebrate the birth of the Church, pray to the Holy Spirit this week and then do something outside of your comfort zone. Offer to pray with someone when they share a sorrow with you. Volunteer to take comm to the homebound. Help out at a homeless shelter. Reach out to someone who is angry at you. Tell your family how much you love them.

As we celebrate Memorial Day, we honor and pray for all the men and women who gave their lives in the service of our country, defending freedom and seeking the peace. We thank and pray for all the people who currently serve in our armed forces, that God will keep them safe, bring them home and make fruitful the peace for which they put their lives on the line. To all of our men and women in uniform, we ask God’s blessings upon you.

+ Donald J. Hying


Derramamiento del Espíritu Santo nos llama a vivir a la misión de Jesús

Este domingo, celebramos la fiesta gloriosa de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió en viento y fuego entre los reunidos en el Cenáculo con la Virgen María. Cómo me gustaría haber sido una mosca en la pared esa mañana. ¿Qué ocurrió? ¿Qué vieron y se sintieron los apóstoles cuando el Espíritu Santo les llenó? No sabemos con certeza, pero ciertamente podemos ver la diferencia que hace de Pentecostés.

Cuando entraron en el aposento alto, los primeros seguidores de Jesús tienen miedo, son confundidos, el silencio acerca de su experiencia de Cristo resucitado y no están seguros qué hacer a continuación. Simon Pedro quiere volver a la pesca; es la vida estable que sabe. Cuando emergen de esa habitación, son transformados, valientes, unidos, en fuego, confiados y elocuentes en su proclamación del Cristo crucificado y resucitado como el nuevo significado de la historia humana. Simon Pedro, quien huyó de la Cruz y negó su Señor, es quien ahora mira los asesinos de Jesús a los ojos y los llama al arrepentimiento, conversión y bautismo. Tan espiritualmente explosivo fue ese momento en el que 3,000 personas fueron bautizadas y así nació la iglesia en este derramamiento del Espíritu Santo.

Mientras que la ascensión marca el final del ministerio terrenal de Jesús, Pentecostés es el comienzo de nuestra misión como miembros de la iglesia. El Señor nos unge en el poder del Espíritu Santo, así que podemos proclamar el evangelio a toda criatura, enseñar y predicar, servir y sanar, amar y perdonar. Me temo que si Pentecostés ocurrió hoy, en lugar de salir inmediatamente para evangelizar, la iglesia primitiva habría constituido un comité de estudio, escrito planes sobre cómo evangelizar y organizado innumerables rees. Afortunadamente, no hicieron nada de eso!

En cambio, salieron a las calles e inmediatamente empezaron a compartir su experiencia de Jesucristo y fe en cada persona que se conocieron. "Déjame decirte acerca de este hombre que he venido a conocer como el Hijo de Dios y el Señor de la vida." Nuestra tradición nos dice que Pedro viajó a Roma, Tomás fue a la India, Jaime a España y Maria Magdalena viajó a Francia, viajes misioneros abrazados para proclamar el Evangelio de salvación de Jesucristo.

Cuando sostiene el teléfono celular, probablemente tenga más tecnología en su mano que Houston cuando los hombres aterrizaron en la luna en 1969. ¡Increíble! Sin embargo, si la batería está muerta y no tiene ningún lugar para enchufar, no hace ninguna diferencia. Toda esa capacidad poderosa es completamente fuera del alcance. Así que es con el Espíritu Santo. La tercera persona de la Santísima Trinidad es el amor generado entre el Padre y el Hijo que vierte a la energía, energía, animación e inspiración para completar a la misión de Jesús. No podemos orar, amar, perdonar o decir que Jesús es el Señor excepto en el poder del Espíritu Santo. La confirmación es nuestra experiencia de Pentecostés, cuando el Señor nos unge con su espíritu para que podemos vivir nuestra vocación como hijos adoptivos del Padre.

¿Estamos viviendo a la misión de Jesucristo o simplemente manteniendo instituciones? ¿Ponemos más energía y recursos en vivir la buena noticia o mantener edificios? ¿Servimos a las personas que acuden a nosotros o buscamos a quienes están alienados y perdidos?

La Iglesia Católica tiene 2,000 años, un mamut repartido en la cara de la tierra, con 1.2 billones de miembros. Necesitamos parroquias, escuelas, hospitales, refugios de personas sin hogar, centros de formación, dinero, vehículos, personal y una plétora de recursos para mantenerlo todo. Pero como cualquier institución, la iglesia corre el peligro de encerrarse en sí misma, manteniendo las organizaciones, las actividades y estructuras que ya no servir a la misión y convertirse en complaciente y cansado.

Pentecostés nos sacude. Tenemos que buscar constantemente la unción del Espíritu Santo para que nos mantenemos fieles a la misión de la iglesia que es simple y profundo. Vayan, prediquen el evangelio a toda criatura y hagan discípulos en el nombre del Señor Jesús. Como celebramos el nacimiento de la iglesia, oremos al Espíritu Santo esta semana y luego hagan algo fuera de tu zona de comodidad. Oferte para orar con alguien cuando comparten una pena con usted. Volunte para tomar la comunión a los enfermos. Ayude en un refugio para desamparados. Hable a alguien que está enojado con usted. Cuéntele a su familia cuánto los ama.

Como celebramos el Día de los Caídos, honramos y rezamos por todos los hombres y mujeres que dieron sus vidas al servicio de nuestro país, defendiendo la libertad y la búsqueda de la paz. Agradecemos y oramos por todas las personas que actualmente sirven en nuestras fuerzas armadas, que Dios los mantendrá seguros, llevarlos a casa y hacer fructífera la paz por que ponen sus vidas en la línea. A todos nuestros hombres y mujeres en uniforme, pedimos bendiciones de Dios sobre ustedes.

+ Donald J. Hying