Surrender, the first step of missionary discipleship 

The start of the new academic year frequently brings with it a sense of excitement with the anticipation of new things that often come with the beginning of an adventure. Our call as Catholics to a life of missionary discipleship is, similarly, an invitation to a great adventure.  

Last month’s Emmaus Conference was a splendid opportunity for those in our diocese to grow in their understanding of missionary discipleship. Like the disciples who encountered Jesus on the Road to Emmaus (Luke 24:13-35), those in attendance deepened their commitment to walking with Jesus in discipleship through prayer and practical advice.  

Embracing our call to missionary discipleship can be an intimidating concept. How does one begin on this adventure? What is the very first step? I would propose that the first step is surrender. This may seem contrary to our own instincts. When we surrender, doesn't that mean that we're telling somebody else that they've won? Why would we begin an adventure by “giving up”? 

For Christians, the adventure begins as we surrender ourselves to our loving God, giving Him full authority to guide where we go and what we do. Oftentimes, we spend so much time focused on our own plans, our own ambitions, our own realities, that we fail to stop and just say, Lord, I'm yours. Everything I have is yours. I surrender my life to you. Use me as you will.  

I encourage you to offer a short prayer of surrender each day. “Jesus, I trust in you. I love you and I surrender myself to  you. Take care of everything.” This short prayer is a beautiful way to entrust ourselves to our loving God and embrace each moment of our day as an opportunity to walk in discipleship with Him.  

 

Obispo McClory: La entrega, primer paso del discipulado misionero 

El comienzo del año académico suele traer consigo una sensación de emoción ante la expectativa de cosas nuevas que a menudo acompañan al inicio de una aventura. Nuestra vocación como católicos a una vida de discipulado misionero es, de manera similar, una invitación a una gran aventura. 

 La conferencia de Emaús del mes pasado fue una espléndida oportunidad para que los miembros de nuestra diócesis profundizaran en su comprensión del discipulado misionero. Al igual que los discípulos que se encontraron con Jesús en el camino a Emaús (Lucas 24,13-35), Los asistentes profundizaron su compromiso de caminar con Jesús en el discipulado a través de la oración y los consejos prácticos. 

Aceptar nuestra llamada al discipulado misionero, puede ser un concepto íntimamente. ¿Cómo se empieza esta aventura?  ¿Cuál es el primer paso? Yo propondría que el primer paso sea la rendición, esto puede parecer contrario a nuestros propios instintos. Cuando nos rendimos, ¿No significa eso que le estamos diciendo a otra persona que ha ganado? ¿Por qué íbamos a empezar una aventura “Renunciando”? 

Para los cristianos, la aventura comienza cuando nos rendimos a nuestro Dios amoroso, Dándole toda la autoridad para guiarnos a a dónde vamos y lo que hacemos. A menudo, Pasamos tanto tiempo centrados en nuestros propios planes, nuestras propias ambiciones, nuestras propias realidades, que no nos detenemos a decir “Señor, soy tuyo. Todo lo que tengo es tuyo. Te entrego mi vida. Úsame como quieras.” 

Les animo a que ofrezcan una breve oración de entrega cada día “Jesús, confío en ti. Te amo y me entrego a ti. Ocúpate tú de todo.” Esta breve oración es una hermosa manera de confiarnos a nuestro Dios amoroso y abrazar cada momento de nuestro día como una oportunidad para caminar en el discipulado con Él. 

Related news