Next weekend, we will hear the First Sunday of Lent passages regarding the temptation of Christ in the desert from the Gospel of Matthew (Mt 4:1-11). Dr. Mary Healy, a noted scripture scholar, recently concluded a presentation on these passages with the words: “Do not allow the enemy to undermine our identity so that he can derail our destiny.”
This turn of phrase reminds us that Lent is a time to be renewed in our identity as sons and daughters of our loving Father. Her words have helped me to reflect anew on these themes as we begin Lent. The devil’s strategy is to separate us from our father, to entice us to find our identity elsewhere. In so doing, he attempts to divert us away from God’s plan for our lives.
The context of the temptations follows immediately after the baptism of Jesus, which was an extraordinary act of humility on the part of Jesus, who consented to become counted among sinners. His baptism concludes with the descent of the Holy Spirit and the revelation of the identity of Jesus: “And a voice came from the heavens, saying, ‘This is my beloved Son, with whom I am well pleased.’”
At his baptism, Jesus was confirmed in his primary identity: the beloved Son of the Father. Following that, the devil tries to cast doubt on this identity, taunting Jesus with the words, “If you are the Son of God…” By trying to get Jesus to rely on his own strength rather than that of the Father, Satan tempts him to doubt the very goodness of God the Father.
The temptations continue, covering just about every category of sin. “Bread” is the temptation to all physical cravings (gluttony, lust, sloth). Throwing himself “down from the parapet of the temple” is a temptation to seek his own prestige, popularity, acclaim – also known as pride. Offering Jesus all the “kingdoms of the world” is a temptation to desire possessions and power.
Jesus rejected all these temptations because he was rooted in the identity revealed by his Father. He knew who he was as the beloved Son of God and would not allow the devil to dissuade him.
We, too, are tempted in the same way by the enemy. At our baptism, we were conferred an identity as beloved sons and daughters. The devil wants to cast doubt on that, to challenge that, and to make us seek our identity elsewhere. Lent is a time to reclaim our own identity and reject these lies. It’s a time to let the love that God has for us be our anchor.
My prayer for all of us is that we have a Lent in which we fall more deeply in love with God to reclaim and live out our identities as his beloved sons and daughters. In so doing, we will live out the destiny that God has in store for each of us. Don’t let the enemy steal your identity – instead, draw closer to our loving Father.
Your servant,
Most Reverend Robert J. McClory
Bishop
Diocese of Gary
Evite el robo de identidad en esta Cuaresma
El próximo fin de semana escucharemos los pasajes del Primer Domingo de Cuaresma sobre la tentación de Cristo en el desierto, tomados del Evangelio de Mateo (Mt 4, 1-11). La Dra. Mary Healy, célebre biblista, concluyó recientemente una presentación sobre estos pasajes con las siguientes palabras: "No permitamos que el enemigo nos quite nuestra identidad para que pueda descarrilar nuestro destino".
Esta frase nos recuerda que la Cuaresma es un tiempo para renovar nuestra identidad como hijos e hijas de nuestro Padre amoroso. Sus palabras me han ayudado a reflexionar de nuevo sobre estos temas al comenzar la Cuaresma. La estrategia del diablo consiste en separarnos de nuestro Padre, en incitarnos a encontrar nuestra identidad en otra parte. Al hacerlo, intenta desviarnos del plan de Dios para nuestras vidas.
El contexto de las tentaciones se sitúa inmediatamente después del bautismo de Jesús, que fue un extraordinario acto de humildad por parte de Jesús, que consintió en ser contado entre los pecadores. Su bautismo concluye con el descenso del Espíritu Santo y la revelación de la identidad de Jesús: “y vino una voz de los cielos, que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido.”
En su bautismo, Jesús fue confirmado en su identidad principal: el Hijo amado del Padre. A continuación, el diablo intenta poner en duda esta identidad, provocando a Jesús con las palabras: "Si eres Hijo de Dios...". Al intentar que Jesús confíe en su propia fuerza y no en la del Padre, Satanás le tienta a dudar de la bondad misma de Dios Padre.
Las tentaciones continúan, abarcando casi todas las categorías de pecado. "Pan" es la tentación de todas las apetencias físicas (gula, lujuria, pereza). Arrojarse "desde el pretil del templo" es la tentación de buscar su propio prestigio, popularidad, aclamación - también conocido como orgullo. Ofrecer a Jesús todos los "reinos del mundo" es una tentación de desear posesiones y poder.
Jesús rechazó todas estas tentaciones porque estaba arraigado en la identidad revelada por su Padre. Sabía quién era como Hijo amado de Dios y no permitió que el diablo lo disuadiera.
También nosotros somos tentados de la misma manera por el enemigo. En nuestro bautismo, se nos confirió una identidad como hijos e hijas amados. El diablo quiere ponerla en duda, cuestionarla y hacer que busquemos nuestra identidad en otra parte. La Cuaresma es un tiempo para reclamar nuestra propia identidad y rechazar esas mentiras. Es el momento de dejar que el amor que Dios nos tiene sea nuestra ancla.
Mi oración para todos nosotros es que tengamos una Cuaresma en la que nos enamoremos más profundamente de Dios para reclamar y vivir nuestras identidades como sus hijos e hijas amados. Al hacerlo, viviremos el destino que Dios tiene reservado para cada uno de nosotros. No dejes que el enemigo te robe tu identidad; en lugar de eso, acércate más a nuestro Padre amoroso.
Tu siervo,
Reverendísimo Robert J. McClory
Obispo
Diócesis de Gary